Piaget señala que a lo largo del primer período de la inteligencia (sensorio-motora) no hay representación. A lo largo del primer año de vida prácticamente no existe una evocación mental de los objetos ausentes. Por ejemplo, le mostramos un juguete al niño y él lo querrá tomar, pero si lo quitamos del campo de su visión, no lo buscará; pareciera que se hubiese "olvidado del juguete". En una época determinada del desarrollo de la inteligencia sensorio-motora, ante la misma situación el niño buscará denodadamente el juguete que le ocultamos. ¿Qué ha ocurrido que ahora el niño responde de otro modo? Aparece la evocación de un objeto en ausencia. Piaget lo denomina "permanencia del objeto". Para que ello sea posible, el niño debe haber desarrollado una nueva capacidad psicológica: tener una imagen mental -una representación mental- del objeto.
Es esa capacidad de representación la que se va a desarrollar significativamente en el segundo período de la inteligencia (pre-operatoria o simbólica). Justamente los símbolos -por ejemplo la utilización de las palabras- le van a permitir al niño tener una relación distinta con el mundo que la que tuvo a lo largo del período sensorio-motor. Ahora llama a su madre cuando no está en su casa, ello implica que posee una representación mental de ella y la palabra ("mamá") funciona como un signo que representa el objeto ausente.
Por lo tanto, la aparición de la simbolización hace posible el desarrollo futuro del pensamiento racional.
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